En esta ciudad que llora cielo,
pensamos que las aves seguirán cantando con el pico
lleno de sangre.
Acarreando la muerte
de los árboles a nuestras bocas siempre ajenas.
Fuentes de concreto
llaman a morir a los niños
que también somos nosotros mismos.
Aquí,
la putrefacción se pega en la piel como néctar,
luz y polvo
ciudad de intentos fallidos.
Esta noche,
la luna se ve mejor sobre un reflejo
que sobre el cielo,
y tropiezo siempre
con el cuerpo fértil del pasado,
ceniza blanda,
escalera incompleta...
nuestra humanidad.
Gabriel Gómez Álvarez.