Mantengo distancia con El otro. Él da órdenes, él paga, él escribe mejor, él supone más que cualquier El otro. Sonrío. Me escondo. Y disparo.
Pero todo es un engaño. Porque al recordar mi infancia, descubro que antes también Él era mi hermano, que destruimos el camino juntos.
Lo encontré muerto sobre el piano, o medio muerto, pues tenía una fasciculación en los labios, y una tecla emitía un sonido leve al contacto con su meñique que tamborileaba.
En 1953, un hombre llegó a la cumbre del monte Everest, entre cilindros llenos de oxígeno y máscaras especiales. Las fotografías que se tienen, no podrán mostrar nunca sus lágrimas.
Pero todo es un engaño. Porque al recordar mi infancia, descubro que antes también Él era mi hermano, que destruimos el camino juntos.
Lo encontré muerto sobre el piano, o medio muerto, pues tenía una fasciculación en los labios, y una tecla emitía un sonido leve al contacto con su meñique que tamborileaba.
En 1953, un hombre llegó a la cumbre del monte Everest, entre cilindros llenos de oxígeno y máscaras especiales. Las fotografías que se tienen, no podrán mostrar nunca sus lágrimas.
Miguel León-Govea
Las lágrimas se esconden hasta que se les permite.
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