martes, 27 de julio de 2010


Ayer, sentados en un jardín citadino, Gabriel y yo discurríamos acerca de la tranquilidad de las calles, de una ciudad que nos aseguraba la integridad física, en qué otra parte sino en ésta, encontrar que nada se confabula a nuestras espaldas, ni siquiera en nuestras sombras.

Sólo física.



Para estos momentos la ciudad camina con las prostitutas. Es curioso, pero cuando se pregunta por la ciudad extranjera, su dinámica y conocimiento, todas las palabras referentes pueden diluirse hacia ellas, mujeres que están en otro tiempo, que conviven y trabajan para quien no existe.



Lo que se hace por las noches pasa a formar parte de los sueños colectivos. Es una atemporalidad tangible, bajo el régimen onírico los actos son efigies de la realidad. Mi cartera vacía ante la noche desatada es tan sincera como la muerte.



Miguel León-Govea

viernes, 16 de julio de 2010