miércoles, 11 de julio de 2012


En esta ciudad que llora cielo,
pensamos que las aves seguirán cantando con el pico lleno de sangre.
Acarreando la muerte
de los árboles a nuestras bocas siempre ajenas.

Fuentes de concreto
llaman a morir a los niños
que también somos nosotros mismos.

Aquí,
la putrefacción se pega en la piel como néctar,
luz y polvo
ciudad de intentos fallidos.

Esta noche,
la luna se ve mejor sobre un reflejo
que sobre el cielo,
y tropiezo siempre
con el cuerpo fértil del pasado,
ceniza blanda,
escalera incompleta...


nuestra humanidad.

Gabriel Gómez Álvarez.