sábado, 6 de febrero de 2010

Suprimamos los aplausos a los políticos

1.- Los discursos que los políticos pronuncian diariamente están redactados con pausas en determinados puntos para dar espacio a los aplausos. Así, un texto que bien puede leerse en quince minutos, tarda veinticinco. Los redactores de estos discursos (está claro que los políticos no los escriben) están conscientes de que el término de un párrafo tiene que llevar una oración o frase emotiva, prometedora, que provoque exaltación. Al contrario de la estructura de un buen ensayo, las ideas principales están en el cierre de cada párrafo y del discurso entero.
Los escritores de discursos son personas con amplia experiencia en el campo de la retórica, en muchos casos egresados de las escuelas de Letras y áreas afines. Lo cierto es que, en cuanto al contenido de los mensajes, no se requiere de mucho intelecto si lo que importa es el manejo de la estructura del discurso.

2.- ¿Por qué aplaudir? Si nos detenemos a pensarlo en realidad no hay razón alguna. Los políticos trabajan para nosotros los ciudadanos y dependen de nuestros impuestos para sus sueldos. Nosotros no les pagamos voluntariamente, no fijamos la cantidad que aparece en sus mensualidades, si lo hiciéramos no ganarían entre 50 mil y 120 mil pesos. Entonces, cuando entregan una obra, o prometen hacerla, ellos están trabajando, cumpliendo con su deber, no están haciendo un esfuerzo extraordinario por lo que haya que aplaudir.
Todos sabemos que el ego de los políticos es muy grande, proporcional al poder que poseen. Ellos esperan el aplauso, los vítores, los apretones de mano; el hecho de celebrarles por cada discurso -que ellos no escriben- lo único que ocasiona es llevarlos a una zona de confort, que crea y recrea la imagen de la superfigura pública: aplaudir, celebrar el posible trabajo de los funcionarios de gobierno es alejarlos más de la sociedad civil.

3.- “Nuestros políticos” deben ser nuestros de verdad. El principio de mandar obedeciendo debe hacerse cumplir. Un eslogan de una candidata a presidencia municipal dice: “gente como tú”. Lo anterior deja supuesto que los políticos no son y no quieren ser gente común, trabajadores comunes. Las propagandas electorales se colocan en lugares altos, no al nivel de la altura promedio de las personas, un mensaje claro de que ellos están arriba, que son los de arriba.
Suprimir los aplausos tendrá varios efectos positivos: creará consciencia en los políticos de que su trabajo es un deber y no un logro personal. Imaginemos un discurso sin aplausos, se creará un ambiente de verdadera seriedad, será más fácil que los funcionarios públicos entiendan que tienen que trabajar y dar resultados. Además, se ahorrará tiempo muerto, tiempo de aplausos mal direccionados. Aplaudamos al que ayuda de verdad, al deportista, al artista, a los trabajadores que no se vanaglorian por su aportación al bien común.

1 comentario: