viernes, 7 de enero de 2011

La manera en que tomas las manos ajenas,
es lo que te nombra,
llegando a las faldas de la agonía, exhausta, dolida,
quieres llegar a la raíz de tu sangre, podrida,
inalterable roca,
déjate en las hojas,
llénate de pan el ombligo,
no llores,
sube a la azotea flores,
rompe un plato con tus rodillas,
camina hasta el punto final de tu horizonte,
haz la cama aunque nunca duermas,
dibuja un punto en tu frente,
llorar,
reir,
mira tu reflejo y desconócete,
toma tus manos,
y escucha tu nombre.

La experiencia de las piedras se pierde con el polvo,
y el viento, lastimoso, se ha vuelto huracán al no escuchar su nombre.



Gabriel Gómez Álvarez.

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