martes, 11 de agosto de 2009

Falta de argumentos

Por Miguel León-Govea
La pregunta es: ¿todo tiempo pasado fue mejor que el presente? Y ahora los diputados, senadores y demás lacras sociales salen con que se autorizaron un bono de ahorros, que va desde 150 mil pesos hasta 300 mil, por lo bajito. Yo me pregunto qué carajos hace una persona en México ganando más de 50 mil pesos al mes, y digo esa cantidad por hablar de un supersalario; pero vemos que estos cabrones ganan más, más de cien mil pesos, y eso que ya no pueden recibir ingresos más altos que el señorito presidente de la república, pues apenas en este año se aprobó la ley que lo prohíbe.

El recorte presupuestal está de moda en la farándula de la política: que ahora le quitamos tantito aquí, que le tapamos acá, que desmantelamos Educación y Cultura, al cabo eso no sirve de nada. Mientras estos desgraciados, producto de las cloacas sociales “y menstruaciones de cuarentonas”, tienen a sus hijos estudiando en el extranjero, para que no se ensucien con tanta porquería que ellos mismos crean, decretan y aplican.

Eso sí, sus salarios no se mueven, y tengan por seguro que el recorte presupuestal no llegará hasta ese terreno pródigo. Todo hombre y mujer que se dedica a la política es un ladrón, así, sin excepciones, es una rata. No vayamos lejos, es sencillamente por el sueldo que maman cada mes, las prestaciones, los servicios, lo vicios, la gasolina y el celular que no sueltan y que tan bien les sirve para hacerse pendejos cuando les hablan.

La realidad mexicana no es el desempleo, la delincuencia, el narcotráfico, la falta de cultura (¿qué chingados será eso?) o la discriminación; no, eso es la costumbre. Se vive al día, y ni tiempo para crearse un juicio prudente sobre lo que pasa alrededor, somos un país que tiene una escolaridad promedio de tercer año de primaria; y hay que trabajar, o hay que salir a la calle a robar para sacar lo del día; hay que entrarle al narcomenudeo porque eso sí deja, y no es ambición.

Pero mientras tanto, los cabrones de arriba, esos hijos de la chingada, qué digo chingada, ni ella los ha de querer de hijos, se llevan a la bolsa cien mil, ciento treinta mil, ciento cincuenta mil pesos cada mes. Ni ganas de sacar cuentas, pero si a estos gusanos les rebajaran, a cada uno, por lo menos cincuenta mil pesos, la cantidad de dinero que tendría el país para cosas que de verdad valen la pena. Aunque no faltaría quién desviara todo ese dineral.

Me dan risa luego, los magistrados de los tribunales de justicia, esos que andan vestidos muy a la moda de la corte francesa del siglo XVIII, con toga y toda la madre, pero que le dieron una nalgadita a Mario Marín, gobernador de Puebla, y lo dejaron bien precioso y renovado en el gobierno de ese estado, como si el muy cretino hubiese vuelto a nacer. Ah, y esto lo menciono porque, aunque se vean muy bonitos con sus trajes de la revolución francesa, ahí los tenemos con unos salarios para comprarse calzones de seda.

Entonces qué, ¿pedimos que les bajen el sueldo? Yo siento que me han faltado muchos calificativos en este reclamo radical (y por tanto, argumentos), porque la verdad, para escribir sobre estas chingaderas, de nada sirve leer a Borges, a Paz o al papa. Por lo tanto: que se vayan a la verga esos hijos de su reputa madre, lameculos, cabrones, malcogidos comechuecas, malmenstruadas, cretinos, babosos, putitos, putitas, cara de bobos y peor aún, cara de elabaesthergordillo, Salinas de Gortari, ojos de balazoacolosio, cloacas, ratas, ratones, pendejos, diputados, senadores, gobernadores, magistrados, cardenales y anexos.

*Mejicano encabronado.

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