martes, 18 de agosto de 2009

Teoría del escritor confundido

Mantengo distancia con El otro. Él da órdenes, él paga, él escribe mejor, él supone más que cualquier El otro. Sonrío. Me escondo. Y disparo.
Pero todo es un engaño. Porque al recordar mi infancia, descubro que antes también Él era mi hermano, que destruimos el camino juntos.
Lo encontré muerto sobre el piano, o medio muerto, pues tenía una fasciculación en los labios, y una tecla emitía un sonido leve al contacto con su meñique que tamborileaba.
En 1953, un hombre llegó a la cumbre del monte Everest, entre cilindros llenos de oxígeno y máscaras especiales. Las fotografías que se tienen, no podrán mostrar nunca sus lágrimas.
Miguel León-Govea

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